Te sientas en el piso y cierras los ojos y dejas que tu respiración ocupe tu mente, sólo ella, nada más. Pasa el tiempo, no sabes cuanto y no te interesa saber. No quieres dormir, no tienes sueño. Has practicado este ejercicio muchas veces, el de respirar manteniendo los ojos cerrados por un tiempo indeterminado, sólo dejando que en tu mente exista la idea del aire que entra y sale de tus pulmones.

Hoy las cosas cambian un poco, empiezas a escuchar por encima de cualquier sonido ambiental que pudiera estarte rodeando, una música que viene de lejos, una música muy suave que apenas registras pero que viene hacia ti. Poco a poco se va acercando y su volumen aumentando hasta ocupar todo el espacio auditivo que te rodea.

Ya de cerca, la música que te envuelve te levanta del piso, como si utilizara una fuerza de anti gravedad. Entonces comienzas a escuchar la voz de una mujer que está cantando al ritmo lento de la música. Repite las mismas estrofas una y otra vez en un idioma que no entiendes. El idioma es extraño, quizá sea antiguo. Te dejas llevar por la melodía, por la voz. Comienzas a repetir las palabras de la canción aún sin entender su significado. Por una extraña razón sientes que mientras más repites las palabras más las entiendes, no a un nivel intelectual, lógico, racional si no a otro nivel, uno que pocas veces puedes acceder. No sabes como llamar este nivel pero eso no importa ni tampoco lo es que te sientas estar flotando.

Cantas las palabras una y otros vez aún después de que la música ha dejado de tocar y la cantante ya no canta más. Estas en el suelo de nuevo. Abres los ojos pero sigues cantando en silencio y sonríes al darte cuenta que hoy has tenido tu primer encuentro con un Mantra.